¿ERES AMATEUR?

Sí, sí, tú, clarinetista o músico… ¿eres amateur?

Sí, sí, te pregunto si eres aficionado. Aficionado a lo que haces, si tienes «afición», si eres «amateur», si amas lo que haces…

Si eres músico profesional puede que te incomode la pregunta. ¿Cómo me puedo considerar amateur si soy profesional de lo mío?

Yo sí soy amateur. Mucho. Tengo afición. No solamente trabajo en la música, sino que es mi afición principal, mi motivación y mi recompensa, tanto económica como personal.

 

Sabéis que mi ocupación principal es enseñar.

Actualmente y desde hace unos años, recibo alumnos de procedencias diversas.

He trabajado en Conservatorios donde el perfil de alumnado es el que se va a «profesionalizar» o está en el camino para ello. Allí se está en contacto tanto con niños a partir de 8 años, que no saben muy bien si eso será su camino, como con adolescentes de 16, 17 años, que tampoco lo tienen muy claro.

No es tan frecuente que un estudiante de Enseñanzas Profesionales se lance a presentarse a un Conservatorio Superior. No es lo que más abunda.

En las escuelas de música los perfiles son diferentes: han niños que empiezan y adultos que empiezan o se reenganchan tras años de haber dejado la práctica.

Es a este último perfil al que quiero dirigirme (aunque algunos alumnos que provienen de conservatorios podrían incluirse también en este grupo).

Recibo alumnos a los que sus profesores han enseñado realmente mal.

Las bases están mal asentadas: la embocadura, la postura, la respiración, la selección de cañas, la sujeción del instrumento, el movimiento de los dedos…

A menudo, por no decir siempre, tengo que volver a construir las bases para que el alumno pueda seguir avanzando.

Esto me ha llevado a reflexionar sobre qué pensamos los profesores que hay que enseñar a un principiante y si se piensa, en un momento dado, que «da igual» que un aficionado, un amateur, aprenda más o menos bien.

En el mundo del deporte, la diferencia entre un aficionado y un profesional se comprende inmediatamente. Si yo quiero correr una maratón, practicar cualquier deporte, sea este de equipo o individual, aunque no sea profesional (no me patrocine una marca o no me paguen por ello), lo haré con la corrección necesaria para no hacerme daño y practicando con seguridad y siguiendo unos pasos que me lleven a progresar, ya sea en fuerza, destreza, velocidad…

En el mundo de la música, estoy viendo, parece que no vale la pena enseñar «bien» a los «amateurs».

Pues no estoy de acuerdo en esto para nada.

Mis alumnos, muchos de ellos aficionados, quizá no lleguen a tocar obras difíciles, o a formar parte de un grupo de mucho nivel.

Quizá practiquen para su satisfacción personal o pertenezcan a un grupo de nivel elemental, pero lo que hagan lo harán bien.

Tienen derecho a ser bien enseñados, a conocer, practicar y profundizar en la práctica del clarinete como haría cualquier buen instrumentista, sabiendo que el camino que van a recorrer no será tan largo ni completo, pero será correcto y les permitirá disfrutar tanto (o más) que a algunos músicos profesionales consumidos por la rutina y la repetición.

Y yo tengo la obligación como profesora, músico profesional y amateur, de intentar transmitir las enseñanzas a mis alumnos, tengan las pretensiones que tengan, de la mejor manera posible, pensando que el fin al que ellos quieran llegar no es cosa mía.

Lo mío es enseñar con dedicación, profesionalidad, honestidad y coherencia a cualquiera que forme parte de mi aula.

Y que todos ellos, se conviertan en profesionales o no, sean siempre aficionados. Buenos aficionados: amateurs.