EL PROPÓSITO

Este post está dedicado a Paula G.

Aviso para lectores: este es un post bastante personal. Si no quieres verme en mi versión más «Mister Wonderful», ¡no sigas leyendo!

Hace bastante tiempo que me intereso por el desarrollo personal. Cuando uno empieza a ver que no encaja donde cree que tiene que encajar, vienen muchas preguntas a la mente, algunas de fácil respuesta y otras que… bueno… se quedan en forma de pregunta durante mucho tiempo.

De entre varios autores que leí y leo sobre el desarrollo personal, todos coinciden en que una vida con un propósito te hace más activo, más asertivo, más centrado, más feliz… Y yo intentaba seguir sus instrucciones para encontrar «mi propósito».

¿Tocar el clarinete? ¿El piano? ¿Hacer música? ¿Cantar? ¿Comunicar? ¿Enseñar? ¿Enseñar clarinete, piano, alemán? ¿Hacer cursos de respiración? ¿Dirigir? Uy, uy, uy, quin maldecap…

Realmente no me veo dejando de hacer alguna de estas cosas, pero… ¡madre mía! ¡Hacerlas todas «como propósito» os aseguro que puede llegar a ser un verdadero caos!

Así que mis capacidades de organización han mejorado muchísimo con el tiempo, porque no quiero renunciar a nada, pero tampoco me quiero volver loca, y poco a poco cada cosa ha ido tomando su lugar y su presencia de manera más o menos ordenada.

Pero no: subir al escenario, enseñar, estudiar… nada de eso lo sentía como propósito en mi búsqueda personal.

Hace unos años, recibí una llamada de la madre de una exalumna: me pedía ayuda para su hija, que estaba en plena adolescencia y no se dejaba orientar por nadie. Sólo quería hablar conmigo. ¿El motivo? Me contó su madre que recordaba que yo, en cada clase, nada más entrar, le sonreía y le preguntaba cómo estaba y, mientras montaba el clarinete, ella me contaba algunas cosas. Esto que yo hacía casi de manera automática y sin darme cuenta, para ella marcó una diferencia: se sentía escuchada en una época en la que lo estaba pasando regular.

Después de esto, he tenido el privilegio de recibir mensajes de exalumnos, que recordaban cómo les hacía sentir en clase: escuchados, queridos, comprendidos… Y luego, el privilegio de escuchar cosas parecidas de compañeros con los que he hecho música…

Y ahí, ese propósito que yo buscaba desde hacía años, el «qué», vino a mi solito, en forma de «cómo»: no es lo que haces, es cómo lo haces. Es cómo haces sentir a las personas. Da igual que toques el clarinete, el piano o cantes o dirijas, que lo hagas en un concierto pequeño o grande, o en clase en un conservatorio o en el estudio de tu casa…

Ya tenía propósito: hacer las cosas a mi manera. Así de sencillo y tanto que me ha costado llegar a mi.

Pero todavía hay más: en muchas ocasiones me preguntaba, sobre todo cuando tocaba algún concierto de esos que te hacen mucha ilusión, pero que el caché es simbólico y te ayuda más a dar un paso en tu visibilidad que en llenar tu cuenta bancaria… ¿Para qué hacemos música? ¿¿¿Para que me vean???

¿Para qué hago música?

Sin reparar en ello, había encontrado la respuesta hace bastantes años, pero no ha sido hasta hace unos días, hablando con un grupo de músicas fantásticas que colaboraron en un proyecto (vale, vale, luego os dejo el enlace), cuando lo verbalicé y se me hizo una lucecita.

Os cuento:

Hace años me llamaron para colaborar en un proyecto «importante». No voy a dar nombres, porque no quiero criticar a nadie (que a mi no me guste algo no significa que no tenga valor para otras personas, faltaría más).

Para mi en ese momento hubiera significado contactar con gente del mundillo de la música en Madrid, donde yo hacía poco que estaba… pero… en el primer ensayo… ¡me dolía el hígado! (en sentido figurado) ¡¡Yo no había estudiado tantos años y al nivel que me había exigido para tocar esa «anti-música»!! (repito, es una percepción personal). Así que al acabar el ensayo de la mañana, fui al coordinador y le dije: «Lo siento, no puedo hacerlo. Es superior a mi. Me duele el alma (y el hígado) al tocar esta música». Lo comprendió y quedamos tan amigos.

Pues resulta que Paula, que estaba entre este grupo de músicas que os decía antes, tuvo a bien avivar esa llamita del «para qué» con un mensaje precioso que me mandó al día siguiente: «… justo siento que realmente para cosas así, sí que estudiamos y tocamos un instrumento…».

¿Y qué son «cosas así»? Pues un proyecto en el que, desde las ganas de aprender, crecer, construir algo bello a través de la música y la colaboración entre compañeros, colegas, amigos… te dejan la sensación clara y contundente de decir: «sí, para ésto sí he estudiado tantos años», «para ésto he procurado y procuro una formación sólida que me permita defender mi manera de hacer música».

Ahora me toca traducir este propósito a palabras que me ayuden a transmitirlo a los músicos con los que toque, así como al público que se acerque a escucharnos.

El paso que me ha ayudado a hacer Paula es un buen comienzo.

Profundamente agradecida a todos y cada uno de los músicos que han confiado en mi para esta grabación. En la descripción del video tenéis sus nombres.

¡Gracias por leer!

Cecília

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